A importante obra do escritor amazonense Rogel Samuel, O AMANTE DAS AMAZONAS, publicado em 2005 pela editora Itatiaia, ganhou uma tradução para o espanhol, realizada pela escritora Marta Cortezão. O amante das Amazonas, baseado em fatos reais e históricos, conta a saga do ciclo da borracha, do apogeu e decadência do vasto império amazônico na maior floresta do mundo. De acordo com o autor, cerca de cem volumes foram lidos e mais de dez anos de trabalho foram necessários para escrever essa obra que tornou-se ímpar na literatura brasileira. Desde a sua publicação, O amante das Amazonas tem sido objeto de diversos estudos acadêmicos, entre os quais, podemos citar o livro “Ficções do Ciclo da Borracha: A Selva, Beiradão e O Amante das Amazonas” (Manaus, EDUA/FAPEAM, 2009), de autoria da pesquisadora Lucilene Gomes Lima. Para Lima, “O amante das amazonas rompe com o determinismo enfocado pela estética naturalista, verificado em A selva e Beiradão, desvelando as reais condições sobre as quais se assenta o processo de exploração econômica da borracha: a emergência do capital internacional de conquistar novos mercados para torná-los subsidiários dos grandes mercados, a verdadeira determinante das relações econômicas do ciclo. A obra de Rogel – continua a autora – acumula toda uma herança de percepções e interpretações ficcionais sobre o ciclo e por isso se confronta com as obras de Ferreira de Castro e Álvaro Maia”. Outro estudo importante, e visceral, da obra foi realizado pela professora Neuza Machado reunido no livro “O fogo da labareda da serpente: sobre o Amante das Amazonas, de Rogel Samuel” (Rio de Janeiro, 2008). De acordo com Machado, “Rogel Samuel ofereceu assim aos leitores de seu romance encaminhamentos seguros sobre a natureza de sua criatividade ficcional, que reputo como autenticamente Pós-Moderna/Pós-Modernista de Segunda Geração. Autêntica, porque há, no momento, inautênticos autores que se fazem passar por ficcionistas pós-modernos, mas que são, em verdade, escritores-mercadores de uma literatura de massa sem nenhum crédito no âmbito da Arte Literária, conceituados pela mídia enganosa deste momento sócio-intelectual como bons escritores mas visando apenas ao lucro em detrimento da qualidade do texto. O romance de Rogel Samuel, como um exame teórico-interpretativo-reflexivo pode demonstrar, ultrapassa exigências comerciais, mostrando-se como uma narrativa de alto nível criativo. (...)”.
Rogel Samuel é
natural de Manaus, onde nasceu em 1943, filho de francês com brasileira. Seu
avô alsaciano foi rico comerciante de borracha na Amazônia do início do século
XX. Seu pai, Albert Samuel, homem de grande cultura, poliglota, navegou por 40
anos pelos rios da Amazônia, autor de “Jaguareté, o guerreiro”. Rogel é
professor aposentado adjunto doutor da Universidade Federal do Rio de Janeiro,
autor de diversas obras, entre as quais: Crítica da Escrita (1979); 120 Poemas
(1991); Novo manual de teoria literária (6.ª edição); Manual de Teoria
Literária (14.ª edição); Teatro Amazonas (romance) (2012); Fios de luz, aromas
vivo – Leitura de “Retrato de mãe” de Jorge Tufic (2012); Modernas teorias
literárias (2014). Reside no Rio de Janeiro.
Sobre a tradutora,
Marta Cortezão é amazonense, nascida em Tefé, onde trabalhou como professora da
Secretaria de Educação do Estado do Amazonas (SEDUC) de 1994 a 2012 e do Centro
de Estudos Superiores de Tefé (CEST/UEA), de 2002 a 2010. Graduada em Letras
pela Universidade Federal de Juiz de Fora (UFJF-MG), com especialização em
Metodologia e Didática do Ensino Superior (FEC-RO) e mestranda pela UNED/ES. Em
2017, lançou seu primeiro livro de poesias e poemas, “Banzeiro Manso”, do qual
vem colhendo bons frutos: em 2018, fez parte do projeto de “Literatura
Amazonense” como livro paradidático (9º ano), pelo Centro de Educação SESC –
José Roberto Tadros de Manaus/AM, sob a coordenação da Prof.ª Andrea Dore; em
julho de 2019, foi objeto de estudo do Trabalho de Conclusão de Curso (TCC) da
acadêmica Elenira Melgueiro do Curso de Letras da Universidade do Estado do
Amazonas – UEA/AM, sob a orientação da Prof.ª Dr.ª Francisca de Lourdes Louro
(UEA/AM) e, ainda em 2019, faz parte de um projeto de pesquisa que analisará o
aspecto linguístico do livro, sob a coordenação do Prof. Onison Lopes
(SEDUC/AM). Participou de várias antologias nacionais e internacionais, de 2015
a 2016. Atualmente, reside na Espanha. Para 2019 pretende lançar seu segundo
livro de poesias “Amazonidades Poéticas”.
Página do autor:
Verbete no
Wikipedia:
Fortuna crítica de
Rogel Samuel:
EL AMANTE DE LAS
AMAZONAS (ROGEL SAMUEL)
TRADUCCIÓN: Marta
Cortezão
UNO: VIAJE.
Nos despedimos
desde aquella estrecha puerta donde una cancela intentaba cerrarnos el paso
bajo aquella nostálgica aurora de pómulos rosáceos de las Navidades de 1897 – fue
laúltima vez que vi a mi madre – en presencia de todos los que allí estaban y
de quien no quiero recordar, en el pueblo de Patos en Pernambuco, de donde
partí con apenas dos mudas de ropa en la maleta, amarrada, cosida, con um cosmorama
donde se veían los paisajes de Manaos, Belém, París, Londres, Viena y San
Petersburgo.
Vine
cabalgando una mula en un convoy de lana por la Borborema, y tres días después
estaba en Timbaúba de Mocós, cabeza de línea de hierro y punto de reunión de
troperos del desierto de Paraíba y de Río Grande do Norte. Fue allí donde me
pusieron dentro de un tren en dirección a Recife, en Brum, donde encontré un
albergue cerca del Embarcadero de la Linguetay allí me hospedépor cinco días
hasta que embarqué en el Alfredo, con destino al Amazonas: yo era apenas un
adolescente.
Viajé
aquel día y al siguiente amanecimos en Cabedelo, el embarcadero estaba lleno de
gente ansiosa que recibía combatientes de Canudos , Monte Santo y Favela, de la
Travesía de Uauá . Hubo alegría pero mucho más llantos y gritos. Y no nos
demoramos, que de allí partimos hacia Natal, donde los emigrantes esperaban
aquel navío para huir al Amazonas. Además de los quinientos soldados de la
Policía del estado de Pará, se acomodaba en las bodegas del navío todo el 4°
Batallón de Infantería que, sin bajas, entero, volvía de la guerra. En
Fortaleza el comandante Bezerra estaba obligado a aceptar, acoger y albergar
una lista, leída en voz alta, de más de seiscientas víctimas de la sequía que
desde1879 veníamos retirando periódicamente al Río Amazonas. Dentro del navío el
entrenzado de hamacas era asustador, ya no cabía siquiera una pequeña jaula de
cerdos, así que toda aquella horda apiñada olía a podrido, sudor, estiércol de
ganadería y orina. Hubo robo, borrachera, violación, pelea, apuñalamiento y
muerte – un padre pegóa puñetazos a un hombreal que sorprendió con su hija
entre las bolsas de estiércol; otro, borracho, se meaba allí en el suelo
mientras la orina escurría hasta en el suelo donde muchos se dormían; y para
colmo, un hombre defecó sobre un cesto de mimbre con gallinas, aliviándose bajo
la luz de un candelero amarillo lleno de moscas. Era un soldado.
Pasamos
del Faro de Acaraú todavía dentro de
aquel sótano pestilente y paramos en Amarração para tirar en las oscuras aguas
los cadáveres, um recluso y dos pasajeros cubiertos de viruela. Siquiera nos
acercamos a Tutoia, atracamos en São Luís donde el Alfredo fue cercado por
pequeños botes, canoas y se transformó en una gigantesca feria flotante, allí
todos los vendedores de camarón frito, dulcesy frutas subíana bordo. No fue
para nada un viaje placentero. Y después de desataviado, despachado, el Alfredo
prosiguió navegando lentamente a lo largo del río hacia Belém, y al caer la
tarde se moderaba la marcha para dejar subir al práctico de alto bordo de la
Barra do Farol, mientras el Alfredo franqueaba el estuario del río Amazonas y,
a la orden del timón, se adentraba en el gran río de luces encendidas, que era
noche cubierta de estrellas a pesar de todo.
Fue
en Belém donde me hospedé en aquel hotel que se llamaba Duas Nações porque era
propiedad de un portugués y de un español. Pero había que esperar un mes por el
Barão do Juruá para seguir el viaje hacia el Amazonas y mi dinero se acababa,
tuve que dormir al aire libre, expuesto a la humedad de la noche, así ahorraba
para la comida,y además ya debíalos billetes del viaje al propietario y señor
de cauchal, que me los había anticipado.
Pero,
embarcado, si no tuviéramos contratiempos, llegaría a Manaos en seis días de
viaje a ocho millas por hora. Dos días más tarde pasaba por la Boca do Purus,
cinco días después de entrar en la Foz
do Juruá. ¡Cómo tardábamos en llegar a nuestro destino! ¿Pero por qué,
si navegábamos día y noche? En la Foz do Juruá, el Río Amazonas mide 12 km de
ancho, y pájaros de vuelo corto (el jacamim, el mutum, el cojubim ) no
consiguen atravesar y se mueren de cansancio, ahogados en el fondo de las olas
pinceladas de amarillo de la travesía. En ocho días de navegación por el Juruá
llegábamos al Río Tarauacá y atracábamos en São Felipe, una villa bonita y ordenada de cuarenta y
cinco casas. Nueve días después entrábamos en el Río Jordão, donde el Barão nos
dejaba para que el viaje siguiera em canoa por el Igarapé Bom Jardim, subiendo
y encontrando nuestro límite y destino, la punta de nuestro nudo, el término, el
marco extremo de nosotros mismos, el más lejano e interno del orbe terrestre –
llegamos finalmente al Igarapé do Inferno, límite donde se encontraba el fin
del mundo, y envuelto en el peso de su sorpresa y fama, el legendario, el
mítico, el infinito Cauchal Manixi – cuarenta días después de mi partida de
Belém, tres meses y cinco días desde mi partida de Patos.
Pero
no dije que venía en búsqueda de tío Genaro y de mi hermano Antonio, acomodados
en el Manixi. No. Porque ellos habían sido trabajadores caucheros del Río
Jantiatuba, en el Cauchal Pixuna, a 1.270 millas de la ciudad de Manaos, donde
años después naufragaría el Alfredo. Ellos frecuentaron el Río Eiru, en una
casi prolongación del lago, y de allí ellos partieron en chata, barco y galeota
hasta el Río Gregorio, donde trabajaron para los franceses, y de allí siguieron
hacia el Río Mu, hacia el Paraná da
Arrependida, serviciales libres que eran, subiendo el Tarauacá hasta el punto
en donde dicen fuemuerto el hijo de Euclides da Cunha, que era el delegado en
una sublevación de caucheros. Después viajaron y se fueron al Riozinho Leonel,
de allí siguieron por el Tejo, por el Breu, por el hermoso Igarapé Corumbam – ¡el
magnífico! –, por el Hudson, por el Paraná Pixuna, el Moa, el Juruá-mirim hasta
el Paraná Ouro Preto donde, a través del Paraná das Minas, entraron por el
Amónea, llegando al Paraná dos Numas, cerca del Paraná São João y de un brazo
del río sin nombre que va a dar a un lugar desconocido. Y allí fue donde
encontraron el barco que seguía hacia el Igarapé do Inferno y que los dejó en
el Manixi, en el Acre , donde, acosados por el dueño del cauchal, amansaron.
Y
os digo (que todo este libro es la confesión de mi vida) que pronto sentí, en
aquel momento, Genaro y Antonio ansiando por volver a su árida tierra, porque
la crisis de la vida amazónica se agravaba, y eso que las condiciones de los
caucheros empeoraban en los tiempos de mis parientes en aquel duro trabajo de extraer
el caucho de la mata sin ningún provecho.
Quizás
no me comprendieron cuando me vieron. Yo flaco, mirada hundida bajo unas
melenas de pelo castaño que tenía, abandonado, surgido como una aparición en el
banco del cobertizo (lo recuerdo bien, caía uma oscura y procelosa tempestad, el
resplandor de los relámpagos cortaba el oscuro de la noche y el sibilante
viento soplaba con furia) ¡oh, no! ni me reconocieron (estaría yo allí de
testigo de la mala suerte de ellos), ni me aplaudieron, tal vez me odiaban.
¿Pues no se habían marchado ellos también de jóvenes, hace más de diez años, y
de mí guardando el amarillo recuerdo del niño de ropa sucia de agua colada? No
se reconocieron en mí, la fiel personificación de aquel momento desgarrador de
las esperanzas, allí delante de ellos, alto, sonoro y significativo nombre de
una noticia más de crisis que venía a dar en aquella patria de las malas
noticias, en aquel lugar siempre en principios, en el recomienzo de una queja
que ya se prolongaba por tantos años, dispersando, por todos los lugares, nuestra
desgraciada familia, que ni conocí y que ni sé si aún viven, uno se fue a São
Paulo, hecho soldado; y otro, teniendo talento en las piernas, se fue de súbito
hacia Belém, volviendo después por el Piauí, pasando por la Serra Grande hasta
Teresina, seguido por Maranhão hasta Goiás, hombre de pie suelto que era, para
luego subir el Tocantins hasta Bahía donde finalmente desapareció y de donde no
nos dio ninguna noticia más pues acabó en la leprosería de Paricatuba (“Tengo
fe en el hombre que come y anda armado. Crea talento y coraje. ¡Con la tripa
llena, una arma de fuego en la espalda y un cuchillo afilado en la vaina del
cinturón llamo cualquier boca de fiera!”, eso nos dijo él en el día de su
partida); el otro – ¡ah! –, era el más
viejo, flaquito y pequeño, moría de hambre con no abandonar a la vieja madre
(ella lo amaba más que a todos, mi madre murió dos años después de mi partida.
Ella me despreciaba, sé que me odiaba, sé que me maldecía en la hora de su
muerte); y nuestra hermana, bella, sumisa, la más pequeña, abandonada por su
marido para hacer la vida en la Vila de Santa Rita con los troperos de la
región, y así ganaba para escapar del hambre del mundo mientras la tierra
marchitaba asolada poru na gran sequia: sí, nuestra família entera, jodida y
destruida, así que después vi que estaba solo, conmigo mismo, en el horror de
Dios.
Pues
no dijeron palabra. Se recogieron en sí, y yo aún durante mucho tiempo sentado
en la oscuridad, llorando en el abandono y soledad. A mis pies la maleta de
amarrado empapada dela lluvia. Y yo quise volver, y no estar allí. Y no quise
haber venido. Pero no tenía camino de vuelta. Y nunca más volví.
Y
poco a poco empecé a hacer aquellas cosas propias de aquél lugar, como cocinar
y limpiar lacabaña, pescar y recoger frutas para no pasar hambre. Y como yo ya
tenía una deuda con el patrón del Cauchal Manixi que ni siquiera conocía, tuve
que darme prisa para recoger el caucho. Prisionero de las colocaciones, luego
seguí el camino con el recogedor de estaño, para hacer el trabajo de ahumado
con el ouricuri , lascas de madera (maçaranduba y acabu), para crear mis
propios cilindros de caucho ahumado. La leche se volvía negra a mi
contacto.¿Con tanta tierra que hay aquí, no se cultiva nada? ¿Sólo se recoge el
caucho? ¿Se produce apenas para el consumo? Y no me hablaban, y no me
enseñaban, como que me ignoraban, ni siquiera los dos se hablaban entre sí. Se
habían vuelto bichos, y no creo que supieran hablar. Llegaban por la noche
cansados, mudos y sucios, comían y dormían oliendo mal. Y por la madrugada otra
vezpartían hacia los caminos estrechos del bosque espeso, movidos por un
interno aparato de cuerdas, como marionetas mecánicas, una y otra vez, yo no
sabía hacia dónde, yo no sabía para qué.
Pero
aprendí a herir el árbol, a ahumar el caucho, a apilar los cilindros ahumados,
a oír aquel permanente ruido de gorgojo oleoso del hervidero de las aguas
oscuras del Igarapé do Inferno (que hasta hoy lo escucho y sé que voy a
escucharlo en este fin de destino a la hora de mi muerte).
Leia a tradução
completa de O AMANTE DAS AMAZONAS aqui:
COMO SEMPRE SUAS POSTAGENS EXCELENTES.... USEI SUA FOTO... OBRIGADO, ROGEL SAMUEL
ResponderExcluirExcelente texto sobre o "Amante das Amazonas", que é uma obra ímpar da Literatura Brasileira. O processo de tradução da obra foi feito com muita seriedade e minúcia, lado a lado com seu autor. Obrigada, Alma Acreana, pela divulgação.
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